Por más de una década, Alejo de Saá de Casta1994 ha construido, casi en silencio, una red de vínculos y botellas que hoy lo posiciona como un distribuidor poco convencional del comercio de vinos en Córdoba.
Su camino empezó en la venta directa a clientes finales, un formato que todavía sostiene. “Hay gente que todavía confía en mí y me compra vinos desde hace 10 años”, cuenta con la misma naturalidad con la que recorre vinotecas y restaurantes cargando etiquetas que él mismo recomienda.
Su historia cambió de escala cuando, hace cuatro años, un pequeño proyecto lo invitó a dar un salto inesperado: la distribución. Así nació su alianza con Bira Wines, una marca de inspiración italiana elaborada en pleno Valle de Uco. “Son vinos conceptuados como si fuesen italianos, elaborados por dos descendientes de italianos”, explica.
Alejo admite que no sabía nada del negocio de distribuir vinos, más allá del vínculo que tenía con quienes eran sus propios proveedores. Sin embargo, se animó. “Empecé de la mano de ellos”, recuerda.
Con el tiempo entendió que trabajar con un solo producto no era suficiente para abrir puertas. Los propios productores le advirtieron que un portfolio más robusto le facilitaría entrar en cartas y góndolas. Y tenían razón.
Un portfolio construido por referencias, no por insistencia
Hoy Alejo trabaja con ocho proyectos. No le gusta llamarlos “bodegas” porque, según explica, el término suele asociarse a un gran galpón blanco entre viñedos, algo que no siempre corresponde a lo que él comercializa. “Hablo de proyectos porque algunos productores no tienen espacio físico propio. Vinifican en bodegas de terceros, son proyectos muy pequeños”, detalla.
De hecho, algunos de los vinos que comercializa nacen literalmente en un garage—una suerte de bodega “bonsai”— como el caso de Moor Barrio, llevado adelante por el matrimonio de Cristian Moor y Teresita Barrio, quienes producen apenas mil botellas al año en un espacio de 30 metros cuadrados. Moor, hasta hace poco jefe de enología en Corazón del Sol, encontró en esa escala diminuta un modo muy distinto de elaborar.
Además de los ocho proyectos estables, Alejo suma algunos productos ocasionales y de baja rotación para catas especiales. Son etiquetas tan particulares que, cuando aparecen en una carta, invitan a detenerse. Su criterio se mantiene firme: ofrecer vinos que no circulen masivamente, que aporten un valor distintivo tanto al comercio como al cliente final.

Un mapa del país dentro de un portfolio
Otra de sus obsesiones fue construir un portfolio federal. “Mi idea fue armar un portfolio que representara distintos lugares del país. Un proyecto de cada zona”, dice. Así incorporó un productor de Patagonia, otro de Villa Atuel (San Rafael) —enfocado exclusivamente en uvas criollas— y un proyecto llamado Cantina no Tradicional, que trabaja con un viñedo experimental del INTA donde crecen 13 cepas no tradicionales, algunas de las cuales el propio Alejo probó por primera vez.
Ese enfoque curatorial le permitió consolidar una identidad clara: una selección acotada, coherente y buscada. Más que vender, narra.
Dejar que los vinos hablen
Alejo insiste en que su diferencial no es el discurso sino la cercanía. Desde el comienzo, su concepto fue brindar un asesoramiento “100% personalizado”, tanto para particulares como para gastronomía y vinotecas. Y bajo ese mismo paraguas decidió trabajar solo con proyectos que ofrecieran algo distinto, lejos de las grandes superficies y los vinos hegemónicos.
No pretende protagonismo. “No me hace falta hablar mucho a mí —dice—, me gusta que hablen los vinos y que el laburo hable por mí.”
Y, a juzgar por su crecimiento, los vinos vienen hablando bastante bien.




Un comentario
Excelente nota! Felicitaciones a Alejo por diferenciarse en el ramo. Éxitos!